En estos días en los que la ocupación está en poner en marcha los engranajes de la parroquia en el nuevo curso, sigo preguntandome por cómo servir mejor a los que los sacerdotes servimos.
Y en estos días no dejo de preguntar a los que tienen más experiencia que yo, y probada expeciencia en estas lides de la pastoral en las que yo soy un pequeño advenedizo.
La conclusión que saco es siempre la misma: ORAR.
Al cura la vida se la mueve la oración y lo que haga o deje de hacer es la consecuencia de la misma oración. En Madrid no tengo que esconderme para hacer la oración, pero sí que veo bueno -tremendamente bueno-, levantarse un poco antes para encerrarse en la oración.
La oración, respiración vital, dice el título de un libro de Daniel Ange (por cierto muy recomendado). Y cada día más me doy cuenta de su necesidad.
Que respiremos el respirar de la oración. Y que las bolitas de oxigeno (como en erase una vez la Vida), lleguen por la sangre hasta el Corazón y del Corazón, la oración se reparta por el cuerpo entero.
Por todo nuestro ser.
Creo que empiezo a delirar.
En la oración, marcho a dormir.
Un abrazo